síntomas físicos de la ansiedad

No entiendo qué me pasa. Los síntomas físicos de la ansiedad

La ansiedad es uno de los problemas psicológicos más comunes hoy en día que adopta, en su vertiente patológica, diferentes trastornos como la ansiedad generalizada, el trastorno de pánico con o sin agorafobia, los trastornos fóbicos o el estrés postraumático entre otros.

La ansiedad, como explican los psicólogos Clarck y Beck (2010), es una respuesta a la forma en que tendemos a percibir la realidad, dirigiendo nuestra atención hacia un determinado aspecto de esta e interpretándola de forma amenazante. Por lo tanto, la ansiedad se produce debido a que nuestro sistema de procesamiento de la información interpreta una situación como amenazadora para los intereses vitales y para el propio bienestar.

Es entonces cuando nuestro cuerpo reacciona a esta interpretación sesgada de la realidad mediante diversas manifestaciones físicas de diversa índole e intensidad. Muchos de estos síntomas y sensaciones corporales generan un elevado malestar y se perciben como una señal de un inminente peligro y amenaza.

Incluso pueden llevarnos a pensar que nuestro organismo está a punto de entrar en colapso y llevarnos a la muerte. Pero, aunque pudiera parecer lo contrario, estos síntomas tienen la misión de protegernos y activar nuestro programa de supervivencia, es decir, el que nos impulsa a enfrentarnos al peligro mediante una respuesta de lucha, huida o parálisis. Es decir, son unas reacciones normales de nuestro cuerpo que se activan en una situación amenazante para mejorar nuestra respuesta en dichas situaciones.

Por tanto, las sensaciones y síntomas de la ansiedad pueden ser molestas y desagradables, pero no son peligrosas. Las causas de estas sensaciones son diversas (Pastor y Sevilla, 2014) y a continuación explicaré las principales con mayor profundidad.

Síntomas físicos de la ansiedad

  • Taquicardia o frecuencia cardiaca elevada: esta reacción se produce porque, en una situación que interpretamos como amenazante, el cuerpo se prepara para la actividad física que permita la lucha o la huida, y por tanto, los músculos necesitan oxígeno y azúcar que provienen de la sangre para responder con rapidez. Para eso, el flujo sanguíneo debe de aumentar y para conseguirlo el corazón bombea a mayor velocidad aumentando la tasa cardiaca. Estos cambios, a su vez, también pueden conllevar palpitaciones, opresión en el pecho y dolor en la región precordial.
  • Ahogo o dificultades para respirar: la necesidad de mayor oxígeno para una mejor respuesta física produce que, involuntariamente, respiremos más rápido, aumentando el oxígeno en sangre, llevándonos a la hiperventilación. Para eliminar este exceso de oxígeno aparecen los síntomas de ahogo que, aunque molestos, son totalmente inocuos. Está hiperventilación también pude producir la sensación de irrealidad, opresión en las sienes o cambios de temperatura. También la sensación de ahogo o la dificultad para poder tragar puede deberse a la tensión muscular del cuello y garganta.
  • Tensión muscular, contracturas y sensación de piernas débiles: cuando la ansiedad aparece prepara al organismo para hacer frente a la amenaza mediante la respuesta de huida o lucha, activando los músculos, tensándolos, para prepararse a la acción. Cuando esta activación se prolonga en el tiempo sin pasar a la acción, causa el dolor muscular y la sensación de debilidad por la tensión acumulada.
  • Calambres, temblores: estas sensaciones corporales también se deben al mantenerse, durante un tiempo prolongado, la tensión muscular sin realizarse actividad física.
  • Sensación de irrealidad y percepciones de extrañeza: cuando estamos calmados, la activación cerebral se ubica en el neocortex pero cuando estamos ansiosos se activan partes cerebrales como la amígdala y el locus coerelus. Cuando estas zonas cerebrales toman el gobierno de la actividad mental, nuestro funcionamiento es menos racional y este cambio de programa puede ser percibido con extrañeza.
  • Problemas digestivos, náuseas, estreñimiento, diarreas: cuando estamos ansiosos, el sistema digestivo se paraliza para destinar todos los recursos a la respuesta de huida o lucha por la amenaza. Al detenerse la actividad de forma brusca si el aparato digestivo estaba en funcionamiento, dependiendo de que proceso estuviera en marcha, notaremos una u otra sensación
  • Cambios en la temperatura corporal: el aumento de sangre en los músculos para su activación produce una elevación del calor corporal. Por otra parte, este aumento de temperatura origina la puesta en marcha del sistema de refrigeración a través del sudor. Cuando se reduce el aporte sanguíneo a las zonas periféricas se reduce la temperatura y aparece el sudor frío.
  • Parestesias o adormecimientos: estas sensaciones se producen porque al entrar en el modo de supervivencia se produce la vasoconstricción periférica en venas y arterias ubicadas cerca de la piel, que ayuda a no desangrarse y disminuir la percepción del dolor en caso de herida. El descenso del riego sanguíneo en estas zonas puede provocar el enfriamiento de la piel y que puedan dormirse la cara y los pies.
  • Dilatación de las pupilas y cambios de visión: estos cambios en nuestro aparato ocular se producen para conseguir una mayor percepción de nuestro campo visual. Pero, al mismo tiempo, puede generar una sobreestimulación de las células oculares por una inadecuada dilatación ocular al grado de luminosidad ambiental, provocando molestias lumínicas, imágenes borrosas o manchas en la visión.

En conclusión, si sufres ansiedad recuerda que estos cambios físicos se producen para ayudar al organismo a mejorar su respuesta ante una amenaza. Y aunque puedas percibirlas como muy molestas o desagradables en ningún caso son peligrosas o dañinas.

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