¿cómo diferenciar la ansiedad, el miedo y el estrés?

Miedo, ansiedad y estrés. ¿En qué se parecen y cómo diferenciarlos? 

El miedo, la ansiedad y el estrés son emociones muy habituales y reconocibles en el ser humano, ya que en multitud de ocasiones las hemos experimentado. No es extraño escuchar a menudo comentarios como “estoy ansioso”, “pareces estresado” o “tengo miedo”, convirtiéndose en expresiones que ya forman parte de nuestro léxico común. Como muchas veces se utilizan como sinónimos, en las próximas líneas daremos las claves para diferenciarlas.

El miedo

El miedo, como decía Paul Ekman, es una de las 5 emociones más básicas y primarias del ser humano que nos facilita la supervivencia. Tan básica e importante es, que a su alrededor, se han establecido diferentes distinciones y dependiendo de su intensidad y función reciben un nombre u otro: miedo, horror, ansiedad, pánico, son tan solo algunos ejemplos de esta nomenclatura.

El miedo genera en nuestro organismo una activación fisiológica para responder de una forma adecuada a cualquier cosa o situación que valoremos como peligrosa y amenace nuestra integridad. El miedo promueve tres maneras básicas de responder ante el peligro: la lucha, la huida y el quedarse paralizado.

La ansiedad

La ansiedad, como el miedo, también genera una activación fisiológica para responder a una amenaza o peligro. Pero a diferencia de este, donde el peligro es identificable e inminente, en la ansiedad la amenaza es menos específica e irreconocible. Está más orientada al futuro que al presente, por eso se dice que es de carácter anticipatorio. La ansiedad toma cuerpo en la preocupación y rumiación, es ese run-run que resuena en tu cabeza y que te mantiene en un estado de alerta constante.

Con un ejemplo podemos explicarlo mejor: imagínate que cruzas la calle despistado y, de repente, viene un coche hacia ti a toda pastilla. Lo más probable es que, ante esa amenaza, el miedo desencadene una elevada activación fisiológica para que puedas apartarte (respuesta de huida) lo más ágil y rápido posible, procurando tu supervivencia. Pero puede que, posteriormente, estés de regreso a casa y vuelvas a recordar esa experiencia, quizá con más intensidad, si tienes que cruzar una calle. Y aunque no haya ningún coche cerca, ninguna amenaza real, ese recuerdo pueda generarte una sensación subjetiva de amenaza, desencadenando un estado de ansiedad, que aumente a medida que te acerques a un paso de peatones. 

En este segundo caso, como podéis ver, la percepción de amenaza es subjetiva, difusa y con escasa probabilidad de que ocurra de forma inminente, aunque la ansiedad consigue que se sobredimensione el peligro, su gravedad y su probabilidad de que vuelva a ocurrir.

Como el miedo, la ansiedad es otro mecanismo diseñado para la supervivencia y te prepara para reaccionar ante posibles amenazas. Pero el precio a pagar es un gasto de energía elevado, una sensación de malestar frecuente y, al igual que el miedo, también genera respuestas de huida o evitación, con la diferencia en que si la amenaza no es real o tiene poca probabilidad de aparición puede llevarnos a limitar nuestra vida de modo considerable e innecesaria.

Para el “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” (DSM-V), aparte de las características mencionadas, el miedo frecuentemente se asocia a “accesos de activación autonómica necesarios para la defensa o la fuga, pensamientos de peligro inminente y conductas de huida, y la ansiedad está más a menudo asociada con tensión muscular, vigilancia en relación con un peligro futuro y comportamientos cautelosos o evitativos”.

La ansiedad tiene múltiples ramificaciones y los trastornos asociados a ella se distinguen unos de otros según el tipo de objetos o situaciones que inducen miedo, las conductas evitativas empleadas o las creencias y pensamientos asociados. Una buena valoración y análisis de estas dimensiones puede ayudar diagnosticarlos y planificar un adecuado tratamiento (puedes leer aquí nuestro artículo de la ansiedad generalizada)

El estrés

El estrés, comparte con el miedo y la ansiedad la activación fisiológica para responder mejor a las demandas de la situación en la que nos encontramos, pero a diferencia de las emociones anteriores, lo que provoca esta respuesta no necesariamente tiene que ver con una amenaza o peligro.  

Como bien se recoge en los estudios sobre el estrés, la fuente que desencadena esta respuesta, y que se llama estresor, puede ser una situación que demanda más recursos de los que disponemos normalmente, pero sin ninguna connotación negativa o amenazante, como podría ser un reto o desafío que suscitara una respuesta de estrés para superarlo. 

Hay varios parámetros que entran en juego en la respuesta de estrés y que exponemos esquemáticamente a continuación: 

  1. El estresor, que son las situaciones, acontecimientos vitales o condiciones ambientales a los que se enfrenta la persona.
  2. La valoración primaria que hace referencia a la evaluación que hace la persona sobre las características del estresor y que podría considerarse como neutro, benigno/placentero, amenazante o desafiante.
  3. La valoración secundaria que evalúa los propios recursos de la persona y los compara con las demandas del estresor.
  4. El afrontamiento: si la situación se determina como amenazante o desafiante y los recursos actuales de la persona se consideran insuficientes, se activará la respuesta de estrés tanto a nivel fisiológico, cognitivo (para planificar y organizar la acción) como motor para hacer frente a la situación.

¿En qué se parecen el miedo, la ansiedad y el estrés?

El estrés, al igual que el miedo y la ansiedad, es un mecanismo de supervivencia que nos ayuda a responder mejor en algunas situaciones. Tener ciertas dosis de estrés puede favorecer a una mejor adaptación a una situación determinada y no tiene por qué ser perjudicial.

Al igual que la ansiedad, si el estrés se cronifica y es excesivo, puede llegar a generar un impacto negativo sobre nuestra salud. Aun así, a diferencia de la ansiedad y el miedo, el estrés no se activa siempre por una situación que se considera peligrosa.

Podríamos considerar, y algunos autores así lo hacen, la respuesta de estrés como un mecanismo que se presenta tanto en el miedo y la ansiedad y que dependiendo de la naturaleza de la fuente que lo genera se convertirá en ansiedad, miedo o simplemente como un proceso de movilización de recursos, aumentándolos si hace falta, para adaptarse a una situación.

Conclusión

En conclusión, aunque las tres respuestas se solapan en algunos parámetros (como que son mecanismos diseñados para favorecer la supervivencia y aumentan la activación fisiológica del organismo) existen suficientes diferencias para distinguirlos. El miedo y la ansiedad son consideradas como emociones, en cambio, el estrés es un proceso de adaptación al medio, que puede formar parte de la respuesta de estas dos emociones.

Espero que, a partir de ahora, puedes entender mejor estos procesos tan habituales en nosotros, te haya ayudado a distinguirlos y mejore tu adaptación a ellos. Pero si tienes dificultades para gestionar estas emociones, no esperes a que el problema se haga más grande y pide ayude psicológica.

Si te ha gustado este artículo y quieres más información al respecto o te gustaría informarte de nuestras sesiones de valoración o psicoterapia, puedes seguir este enlace y me pondré en contacto contigo lo antes posible.

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